viernes, 11 de julio de 2008

2 - Bajo la misma sombra

Antonio se levantó esa mañana con un propósito fijo. Sus pasos lo llevarían hasta el cementerio de la ciudad para dejar una flor en la tumba de su hijo Danielito luego de muchos años sin sentirse capaz de ir. Enfrentar la pérdida de su primer retoño lo sumió en una depresión que se desencadenó muchos años después. Cuando recapacitó su hijo ya habría cumplido unos 13 años.

Se sentía dudoso y feliz al mismo tiempo… extraña sensación. Pensaba en lo grato que se sentía una mañana de domingo con sol en pleno invierno. Hacía frío. Pensaba en muchas cosas relacionadas a él y que antes le dolían pero ahora no. Había asumido y aceptado lo que le había tocado vivir y era hora de cerrar este capitulo prolongado en tantos años. Se sorprendió a si mismo retrocediendo en el tiempo. Tenía preguntas sin respuestas, y esa flor llena de simbolismos que llevaba en su mano sellaría por siempre una herida difícil de sanar.

Sentía miedo, no sabía bien la razón. Se encontraba solitario transitando en forma lenta y constante por esos fríos pasillos llenos de antiguas galerías y mausoleos. Pensaba en cuanta gente conoció el instante de la muerte, y en cuanto dolor causaron sus partidas. Pensaba en cuantos de ellos habrán muerto sin conocer a Dios y en cuan mejor hubiese sido no haberle conocido nunca, al menos para aquellos tras esas lápidas. Sentía que de alguna manera lograba empatizar con aquellos desconocidos.

Luego de varias cuadras de mausoleos por el pasillo principal llegó hasta un portal que daba hacia el patio trasero del cementerio donde continuaba el mismo pasillo. Esta vez las lápidas estaban en la tierra y la suntuosidad ausente. Danielito había ocupado un pequeño lugar al costado izquierdo de ese pasillo frente a un grifo y a los pies de un pequeño árbol de tronco torcido que apenas daba algo de sombra. A su lado alguien había instalado una pequeña banca. El lugar no había cambiado mucho en todo ese tiempo.

Luego de varios metros caminando llegó hasta allí e inmediatamente se dio cuenta del porqué de aquellas extrañas sensaciones y temió lo de siempre. Su mano dejó caer involuntariamente la flor que traía para su hijo mientras miró hacia el cielo y cerró al mismo tiempo sus ojos. Ya nunca más podría poner una flor en aquel sitio. Sobre aquel pequeño montículo de tierra y la cruz de madera que señalaba la tumba de Danielito alguien había construido un inmenso mausoleo perteneciente a una familia desconocida.

Aquellos 12 años fueron demasiados. La oportunidad que se había dado después de tantos años fue en vano. Nunca más tendría otra y el recuerdo de su hijo se impregnaría definitivamente en el corazón mal herido de Antonio.

Sentado en una sepultura contigua en reemplazo de la ya inexistente banca, Antonio lloró con las manos cubriendo su rostro. Su corazón destrozado gemía en un llanto silencioso a la sombra de un gran y frondoso árbol de grueso y torcido tronco.

1 comentario:

Unknown dijo...

guau . . . ahora entiendo muchas cosas . . . que valiente !!!! es absolutamente maravilloso lo que expresa en esas líneas tan llenas de sentimientos, y hay líneas que sin querer me identifican . . .