viernes, 9 de julio de 2010

20 - El adiós

Los domingo para Luna era sinónimo de casa, de un día soleado y tardes frescas y silenciosas. Odiaba salir de su guarida pues consideraba que las calles eran distintas a lo cotidiano. Habría visto rostros diferentes... aromas y sonidos diferentes, en circunstancias para ella también diferentes. Tal vez era el temor a enfrentar lo desconocido lo que la llevaba a permanecer escondida, sobre todo al anochecer.

Pero ese domingo fue distinto pues, pese a su silencio, había decidido cerrar uno de los capítulos más significativos de su vida. La sensación de ansiedad era aún más poderosa que sus ganas de autoreclusión. Un encuentro final, en el ocaso de un día de por sí deprimente.

El llamado esperado fue puntual. Una hora después tocaba en una puerta, y al otro lado Johan se apresuraba a abrir. Tras ello un inevitable abrazo, y tras ello... una conversación marcada por prolongados espacios de silencio.

Johan la había enamorado como nadie lo había hecho jamás en ella. Y ella se había dejado enamorar como nunca lo hizo con nadie.

Palabras de agradecimiento en un tono muy tenue y una mirada cristalina que no se despegaba de sus ojos. Tras ello otro silencio.

Johan parecía no entender... Luna creyó ser poco clara. A Johan le parecía que Luna se extremaba... a Luna le parecía que Johan no quería perder...

Y otro momento de silencio... Sus cabezas apoyadas en los cojines verdes de un amplio sillón... el mismo que había sido testigo de las más hermosas expresiones de cariño. Esta vez sus miradas ya estaban perdidas.

"Abrázame... por favor", fue la última petición de Luna. Con su cabeza en el pecho de Johan, sabía bien que era el último contacto con él. El último abrazo, las últimas caricias... y pronto el último beso, pero no serían sus últimas lágrimas. Había llorado en un doloroso silencio con cada uno de sus últimos recuerdos con Johan y ahora con la intensidad de su abrazo.

Una última caricia y un beso en su mejilla humedeció el rostro de Johan, quien tal vez hasta ese momento no había entendido la intensidad del sufrimiento de Luna, y tal vez recién ahora tomaba real conciencia de lo que luna pudo haber llegado a sentir por él.

Un susurro al oído fue la confirmación: "Te quise tanto..."

Johan permaneció inmóvil. Algo sucedió y no le permitió reaccionar sino hasta muchos minutos después.

"No te vayas", le dijo él. "Por qué tienes que alejarte". El estado deprimente de Luna debió ser la respuesta. Necesitaba al menos un tiempo para olvidar, para reparar al menos en parte su ahora no correspondido corazón. Y algún día, si realmente había legítimos sentimientos, Luna esperaría el regreso de Johan. Ella estaría esperándolo, quien sabe si para siempre.

Luna se quizo despedir con al menos un momento que le permitiera recordar todo con un color distinto al que había adquirido el último tiempo. Una caricia a un Johan que se encontraba aún en la misma posición y con mirada aún más perdida, quizá intentando tomar una decisión. Un nuevo beso en su mejilla y un tímido beso en su boca dieron la señal. "Nunca te voy a olvidar... " fueron sus últimas palabras.

Segundos después la puerta de calle era cerrada por Luna dejando atrás a un Johan sin ser capaz de ver sus pasos finales.

Mas tarde, desde la altura Johan observaba el paso lento que llevaba a Luna a perderse en la húmeda vereda, iluminada por los postes y por algunos vehículos que pasaban a lo lejos en una noche extrañamente sombría.

Más allá Luna se detuvo para mirar hacia atrás. Johan ya no estaba...

Segundos después... Luna continuó su camino. Nunca sintió tanta soledad en una noche de Domingo.

viernes, 2 de julio de 2010

19 - Agonía

A la luz de una tímida vela y una suave música, rodeados de desconocidos que estaban en lo suyo en las mesas contiguas a la nuestra, Jorge me contaba de lo decepcionante que resulto ser el darse cuenta que su corazón había sido traicionado... y desde siempre tal vez. Contrariamente a lo esperado por él, yo solo me dediqué a escuchar y no critiqué ni hice uso de mi ya manoseado "te lo advertí".

Jorge había conocido a quién se transformó en un imposible en circunstancias algo poco decorosas. Se avergonzaba cada vez que tenía que recordarlo, pero era necesario para que pudiese de una vez terminar con todo.

Y no fue fácil. Su obstinación lo condujo por una carretera de alta velocidad  y no se detuvo sino cuando se vio en el borde del precipicio. Primero saber que todos sus dichos, juicios y prejuicios se volvían en su contra, luego reaccionar y darse cuenta que realmente no debía seguir... y finalmente, y lo más triste, el darse cuenta la persona que lo cegó era muy distinta a aquella que le brindó algunos de sus momentos más felices.

Este mundillo es así, le dije.

Su mirada clavada en la flama que nos iluminaba indicaba que lo asumía, aunque demasiado tarde. Minutos después una lágrima cayó por su mejilla y sus ojos se cerraron. El silencio entre nosotros era abrumador, pese al ruido que había alrededor nuestro. No tuve palabras, las miles de frases que se me venían a la cabeza eran de reproche y comprendí que no era el momento.

Me preguntaba cuan difícil debe ser sobrellevar una pena del corazón, una como la de él, que luchó por una causa que desde el principio era imposible, que estuvo a punto de dejarlo todo y echar atrás convicciones y cambiar sus emociones por amor.

Cómo serían los futuros encuentros casuales, me preguntaba... ¿Existirá un  saludo? ¿Existirá un "cómo estás"?...

Su sonrisa y picardía habían desaparecido a tal punto que a ratos me hacía pensar en si realmente Jorge estaría todavía en sus cabales a estas alturas.

Jorge debía vivir su luto, Mal que mal aquel ser que fue tan importante para él había terminado agonizado en su corazón, y él mismo había tenido que matarlo.

Demasiado triste...