sábado, 26 de noviembre de 2011

27 - Piensas... te preguntas...


Piensas... te preguntas... dónde quedaron todas las palabras, todas esas promesas que nos hicimos mirándonos a los ojos, cuando el futuro se veía como el sol del amanecer. Esta noche es la más fría de todas... Nunca te costó tanto poner un pie afuera y caminar sin mirar atrás. 


Piensas... te preguntas... si me preguntaré lo mismo que tú...


Piensas... te preguntas... si podrás en la otra vida recordar el pacto.


El sol ya se puso...


Por favor, no olvides apagar la luz. Yo cerraré la puerta.

martes, 8 de noviembre de 2011

26 Un error...

Si comprendieras, aunque sea en parte, lo que significa vivir con la carga de saber que lo di todo y que un error cambio mi vida para siempre... si tan solo pudieras comprender cuanto duele aquello... es un luto permanente. 

El agua del mar es demasiado extenso, pero insuficiente para lavar mi alma. Ni las muchas lluvias podrán limpiar mi corazón... Ni el abrasador sol en el desierto conseguirán secar mis lágrimas.

Esto es para siempre...

O hasta que yo decida... 

jueves, 14 de abril de 2011

25 - No pienses

Sus últimas palabras: "Ya no pienses... descansa, verás que los primeros rayos del sol de mañana podrán iluminar tu camino otra vez... quizá en una dirección distinta, muy lejos del mío... y quién sabe, más allá nos volvamos a encontrar". Acto seguido emprendió su camino para detenerse un poco más allá. La noche sería larga y oscura. El temor se apoderó de su corazón...

24 - Inocencia

Jugaban como si se conocieran de toda la vida. Esa es la virtud de la niñez… aquella donde no existen ni el tiempo ni las distancias, donde todo está enmarcado en la inocencia y donde no existen vacíos que llenar. Un jardín era un bosque, la playa era la inmensidad misma del océano  y la noche el infinito camino hacia las estrellas que habrían de conquistar.

Sus mundos eran distintos, pero comprendieron el lenguaje del otro de manera perfecta. Dos pequeños amigos que pasaron desapercibidos por el resto del mundo.

El sol comenzaba a ocultarse tras el mar que tantas veces contemplaron juntos mientras soñaban con carabelas y galeones. Fue la tarde más silenciosa de todas, y la más dolorosa.

César lloraba. Con una mano sostenía su boina, con la otra era empujado con prisa por su padre para subirlo al tren que comenzaba su marcha. Su rostro se dirigía a su amigo fiel, tal vez pidiendo auxilio, con una expresión de temor indescriptible. Iván, inmóvil, sin lograr comprender lo que sucedía, fue impulsado por su instinto y corrió tras la gigante locomotora. Sólo lágrimas rodaron por sus mejillas mientras se le alcanzaba oír gritar con desesperación el nombre de su amigo.   

Su boina fue arrojada con débil fuerza desde aquel carro que los separaba cada vez más a cada instante. Finalmente Iván comprendería por vez primera lo injusto de ese momento, y logró sentir el dolor de un alma que ahora se encontraba ya muy lejos de allí.

En las noches intenta encontrar el camino hacia las estrellas que un día prometieron alcanzar. Un ideal ciertamente fantasioso para quienes no hayan vivido lo que ellos vivieron, pero totalmente legítimo y real en una dimensión tan oculta a los ojos del mundo.

Una boina es el único testigo de una amistad como ninguna existió en esta dimensión, pero que probablemente renazca en algún momento del caminar en alguna próxima estación.