lunes, 18 de agosto de 2008

4 - León


De este a oeste... siluetas de caravanas en las cumbres del desierto. Los surcos de las altas montañas se transformaron en los laberintos que conducirían los destinos de quienes siguieron sus pasos. Y su propia vida.

Un atardecer cualquiera comenzó a trazar su nueva ruta pensando en llegar hasta el final. Llegó al horizonte una y otra vez, y cada vez encontró un nuevo y distinto camino por recorrer.

La luna sobre la pampa, el duro sol sobre el desierto... sus sombras fueron sus aliados. 

Cientos junto a él salieron desde lo más recóndito del Este oscuro tras las verdes montañas de la selva... miles quedaron encadenados en el camino por culpa de la fe y pocos, tan solo unos pocos pudieron continuar por una senda sin retorno.

Se preguntó una y mil veces si las estrellas dejarían de brillar. Su Dios fue la tierra, sus guías las montañas, los ríos su redentor... el horizonte su fe. Una plegaria con su cabeza en el suelo. Otra más con sus manos hacia el cielo...

Pero un día su alma no pudo más con el peso de su existencia y murió buscando la respuesta que nadie más buscó. Fue entonces que la tierra quedó muda y ni sus templos ni molinos conocieron la verdad.

Sus ojos, ya cansados, se cegaron a la luz de la vida. La oscuridad y sus sombras se hicieron sentir con mayor poder. Su sueño eterno le reveló el nuevo y definitivo camino tras el horizonte. En su lecho eterno de rostro a la noche infinita sobre el desierto, su cruz se ha transformado en una sombra más.

Ahora, León, eres al mismo tiempo parte de la tierra y parte del cielo.

Dedicado a un visionario y extraordinario antepasado que en alguna otra vida conocí.

3 - Los Gentiles


Esto sucedió hace muchos años atrás, nadie sabe exactamente cuántos, cuando aún no existían el sol ni la luna, cuando el mar cubría gran parte de la tierra y la oscuridad era total. El cielo era al mismo tiempo el infierno y hogar de millones de estrellas desde donde observaban los dioses y los ancestros. El viento soplaba frío desde el este, hablándole casi directamente a los huesos de los pequeños habitantes del subsuelo desde donde sobresalían unas cúpulas hechas de piedras en la superficie de su árido hábitat.
El futuro les había indicado hacer sus hogares protegidos, orientando sus salidas hacia el este. Algún día tras las montañas del otro lado aparecería un dios en forma de luminosa estrella que bajaría desde el cielo con una luz completamente desconocida para ellos. Así decía la profecía, anunciándolo como un acontecimiento importante, pero nadie supo interpretar nada más. Las voces lejanas traídas por el viento que provenía del lado de lo malo y desconocido no indicaron lo que realmente vendría.

Pero en algún momento todo fue distinto y cambió todo para siempre. La tierra comenzó a sacudirse con violencia y el viento a soplar con tal intensidad que los pequeños seres, atrapados por el terror de lo desconocido, sentían que las estrellas eran movidas de su sitio por aquellas ráfagas mortales. Lentamente comenzó a descender aquel astro que se acercaba por las montañas… por el lado contrario al profetizado. Aquellos seres diminutos, poseídos por la desesperación, corrieron enloquecidos de un lado a otro abandonando sus casas y cuevas atemorizados por algo nunca antes visto y anunciado por una profecía que no describía más allá.


Las sombras largas y deformes de sus figuras casi esqueléticas les hicieron pensar que se les salía el alma, hasta que el primer rayo de luz opacó sus ojos, extinguiendo de este modo sus vidas.


La profecía había equivocado la llegada de la estrella. El sol había llegado directamente a la puerta de sus pequeñas casitas y no había escapatoria. Murieron abrazados con el alma transformada en sombra. Los gentiles pagaron así un alto precio por desobedecer los mensajes de sus ancestros desde el infinito cielo.
Desde el cumplimiento de aquella profecía, el Sol, aquel mensajero enviado del que hablaban las voces lejanas, alumbró los cuerpos inertes de los cadáveres de aquella raza una y otra vez cada día. Ya nunca más nadie pudo interpretar las buenas señales de las luces del cielo, ni las malas del viento que provenía de lugares desconocidos.


Y también había llegado la luna, cuya luz, más propicia para los gentiles, hasta hoy sirve de guía a las almas de estos extraños y diminutos seres. Sus danzas se pueden oír en noches de luna nueva y cuarto creciente, cuando los cerros, los valles y los acantilados son sutilmente iluminados y sus débiles sombras son poseídas por el trance provocado por el golpe de sus tambores y sus gritos.
____________

Nota: Según la cultura Aymara (y otras también lo señalan) los "gentiles" (o "abuelos") fueron una raza diminuta que ocupó extensas áreas cercanas a la Cordillera de Los Andes en las primeras etapas de la humanidad. Debido a que quebrantaron las normas básicas de convivencia fueron exterminados por algún evento cósmico importante. Ciertas leyendas apuntan a la aparición de dos astros solares cuya llegada fue acompañado por una lluvia de fuego. De este modo murieron en los interiores de sus pequeñas casas construidas de piedras y barro, cuyas salidas poseen prácticamente la misma orientación. También vivieron en cuevas y debajo de rocas de gran tamaño. 

La leyenda indica que sus almas cuidan sus tumbas, ubicadas generalmente al interior de chozas en ruinas que aún se conservan en lugares que generalmente son de difícil acceso y a las que los lugareños denominan "gentilares". Es posible incluso encontrar sus esqueletos, siempre de pequeño tamaño, muy bien conservados debido a las condiciones climáticas de los lugares donde se ubicaron. En sus tumbas es posible encontrar también algunos de sus utencilios, entre ellos tejidos y cerámica. El cuidado de estos lugares se asocia al mito de una maldición sobre quien profane sus tumbas o tenga contacto directo con sus huesos o los objetos que lo acompañen, haciendo que el "intruso" enferme de gravedad de males no detectados por la medicina moderna, llegando incluso a morir. 


Nota 2: Esta es mi particular forma de mostrar las historias que desde pequeño escuché. Más allá que pueda tratarse de simples sitios de entierros o que las pequeñas construcciones y osamentas tengan un significado arqueológico definido, lo cierto es que “la vida de los gentiles” no deja de ser una gran y mágica historia.