Un día como
hoy, hace un año, el día estuvo exacta y perfectamente gris. Una suave y a
veces agradable brisa tocaba su rostro cuando ya no tuvo control sobre sus
actos y no supo distinguir ni separar sus fantasías de la realidad... Hace un
año sus memorias fueron sustraídas y cobardemente destruidas en un acertado
intento por borrar su pasado. Él no lo hubiese querido así. No sabía de
consecuencias ni de castigos... mucho menos del perdón. Quizá sus
perturbaciones mentales tenían tal grado asintomático que nadie lo percibió, ni
siquiera él.
Fueron
años... para él, siglos de recuerdos, de vivencias que no existen en otro lado,
que nunca existirán en ninguna parte y que nunca más podrá revivir. Aquel
pequeño baúl había sido quemado con la parte del aire que necesitaba para
respirar encerrada ahí dentro, sin ninguna opción de salida. Podría haber
escuchado el grito de sus palabras escritas en esos amarillentos cuadernos ante
el ataque sin compasión del fuego.
¿Ahora?
Ahora el mismo viento otoñal es el encargado de recordarle de tanto en tanto,
en una especie de soplo de vida, que ya no todo tiene el mismo sentido cuando
se produce la mágica coincidencia de abrir los ojos y entrar en sus cada vez
más pausados estados de cordura.
En las
tardes como estas se le ve de pie junto a los gigantes y otoñales árboles, con
los brazos extendidos, sus ojos cerrados y una sonrisa de felicidad cada vez
que las tristes hojas que caen tocan su rostro.
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